viernes, 16 de julio de 2010

Pedro y el lobo...






Más de una ocasión me contaron la fabula de Pedro y el lobo, hablaba de un chico que acostumbraba bajar al pueblo gritando que el lobo venia, sembrando así un temor innecesario entre los colonos, ya que en realidad, no había tal lobo, lo hizo tantas veces, que el pueblo se acostumbro a no creerle, hasta que un día, realmente se apareció aquel feroz animal, Pedro al verlo, salió corriendo dando la alarma a todo el pueblo, igual que cuando lo acostumbraba, solo que en esta ocasión, el pueblo si debió creerle, pues era verdad, sin embargo, este ya no le creyó. El lobo, al entrar al pueblo hizo un desastre muy grave, además de eso, termino matando a Pedro. Supongo que en castigo por sus mitomanías.
El pueblo ya no le creía, el realmente estaba desesperado, puesto que, por primera vez, Pedro sentía la necesidad de que el pueblo le creyera, le urgía y en realidad lo necesitaba, era, no solo por su bien, sino también por el bien de toda su comunidad, tal ves, incluso se sentía arrepentido de haber mentido tantas veces que hubiera querido que por esta única ves le creyeran, tal ves el hubiera dado más de lo que tenía por qué le creyeran.
Tal vez me sienta un poco como Pedro, acostumbrados a escuchar mentiras de mi, ya nadie quiere creerme cuando digo la verdad, porque realmente, he aprendido a mentir de tal forma, que a más de uno le será difícil conocer la diferencia entre la verdad y la mentira, incluso a mí, me parece a veces tan difícil diferenciar una de otra, que ni yo me creo, más bien dicho, que hasta yo me creo. Aunque peor es, cuando ni yo le puedo siquiera creer al mundo, a causa de aquel acertado refrán que reza: el león cree que todos son de su condición.
Y es que, en un mundo de mentiras, me suceden dos cosas muy extrañas, la primera es que ya me es difícil creerle al mundo, y la segunda, es que me es necesario adecuarme al mundo, a este mundo lleno de mentiras, tan lleno de mentiras, que si uno no miente, se puede quedar en el camino, creer o no creer en el mundo… ese es el dilema.
Es un poco difícil tener confianza en un mundo que más de una vez me ha demostrado que no debo confiar en el, y eso tal ves me vuelva un poco como todos, miento para protegerme, ¿de quien?, miento para cuidar mis espaldas, ¿de quien?, miento, y me justifico de hacerlo. Confieso pues, he mentido, de la forma mas vil, le he mentido a mis amigos, a los que consideraba de verdad, los he engañado… sin embargo, juro solemnemente no volver a mentir.
¿sirve acaso de algo esto?, ¿sirve dar en prenda tu palabra, cuando esta ya esta prostituida?, ¿cuando ya, en lugar de plata se ha transformado en aluminio?
Me siento un poco vacía, supongo que es precisamente por ese tipo de cosas, no hagas cosas buenas que parezcan malas, o no hagas cosas malas que parezcan buenas, no mientas… en pocas palabras: Judith: no mames.
Soy como un adicto en reforma, soy un mitómano, que aun diciendo la verdad siente que está mintiendo, quedando así en un punto en el que no distingue la verdad de la mentira, aunque, después de todo, ¿a quién le importa que diga la verdad o la mentira en un mundo en el que es necesario mentir un poco?, ¿a quién le importa la verdad, si serás tratado como un mentiroso de todas formas?
A veces, realmente me gustaría reclamar fe, para poder tenerla en mi misma… pero ¿a quién se la exijo?, si de todas formas, destruí la confianza antes entregada.
Solo espero… que el feroz animal no me mate, y no sea demasiado tarde.